viernes, septiembre 30, 2005

Der Untergang

Estuve en estreno de "La caída", el film
de Hirschbiegel, (Der Untergang), con la
gran actuación de Bruno Ganz.

Me produjo un profunda impresión, más
allá de su innegable calidad cinematográfica,
saber que todo fue real, que los hechos
que se presencian, recreados por el
séptimo arte, contituyen un episodio
de nuestro reciente pasado, produce
una sensación abrumadora.

Considero que, en algunos de ellos, el
deseo de crear una nueva sociedad,
más justa, mejor en todo sentido, fue
sincero y hasta con las mejores inten-
ciones. Pero lo que se logró fue la creación
de un monstruo autoritario, capaz de
devorar a millones de seres humanos,
la mayoría de ellos, inocentes.

Ese monstruo, el Tercer Reich, fue
devorado por otros monstruos, quizás
peores, el estalinismo y el capitalismo.

Así fue en 1945. En 1991, el capitalismo
terminó de devorar a los soviéticos,
los mismos que vencieron a los nazis.

Ahora estamos en las entrañas del
monstruo, que se hace llamar, quizás
con elegancia, neoliberalismo, con el
agregado que lo potencia a límites
casi ilimitados, globalizador.

Hoy no son los Estados Unidos el
monstruoso enemigo del Hombre,
sino aquellos que utilizan a los
Estados Unidos y su fuerza para
esclavizar a todos los seres
humanos bajo las cadenas de
la economía de mercado.

Hitler fue un dictador despreciable,
no existe duda alguna sobre ello,
pero la idea de crear una nueva
sociedad mas justa aún es un sueño.

Ojalá fuera cierto aquello de...
"Aún creemos en los sueños" y
más aún la idea de que
"OTRO MUNDO ES POSIBLE".

miércoles, septiembre 21, 2005

Identidad chilena

¿Quiénes somos, los chilenos?

El sociólogo Jorge Larraín ha publicado,
hace algunos años, despuntando el siglo
XXI, titulado "Identidad chilena".

En él deja bien en claro, que todo lo que
se afirme sobre los chilenos, no corresponde
a ningún chileno en particular, ya que
cualquiera de nosotros, podríamos tener
características muy distintas, quizás las
mismas que correspondan a otras
nacionalidades.

Un aspecto muy importante de la
identidad, se relaciona con la presencia
de los "demás" en nuestra vida.
Parte fundamental de nuestra visión,
de nuestra definición de nosotros
mismos, corresponde a lo que creemos
que piensan los demás de nosotros.

Y en este proceso, juega un papel
principal, nuestra propia historia, si nos
han agredido, si han respetado nuestros
derechos, si valoran nuestros aportes.

Si, por desgracia, no hemos recibido
el amor y cuidado que toda persona se
merece, nuestra propia autoimagen se
verá deteriorada. Se reducirá nuestra
autoconfianza, nuestro autorespeto y
también nuestra autoestima.

Lo peor de todo, es que, frustrados,
trataremos mal a los demás, como
un signo de protesta, no los respetaremos.

Pero siempre podremos recuperarnos.
Darnos ánimo a nosotros mismos y ser
nosotros los que comencemos a dar
cariño, aprecio y respeto a los demás.

Hagámoslo como un regalo o un
homenaje a nosotros mismos.

En cuanto a nosotros, los chilenos,
sabemos que somos valiosos,
tenemos presentes nuestras virtudes.

Pero es sorprendente, verificar, al
comenzar este gran nuevo siglo,
el increíble siglo XXI, que nuestros
peores defectos son, en primer
lugar, el clientelismo,
que también podemos llamar
"compadrazgo" y que
significa que en Chile, aquí y
ahora, nada puedes conseguir,
aún teniendo todos los méritos, si no
perteneces a una "cuerda", una
estrecha comunidad de amigos y
parientes, que te apoyarán en lo
que emprendas, con el compromiso
de apoyarlos a tu vez cuando sea
necesario.

Y, cuidado, estos grupos son
cerrados, se reproducen en su
interior, evitando que otros
ingresen a su privilegiado
círculo.

El segundo defecto es la
hipocresía,
nadie dice lo que verdaderamente
piensa de otro, le sonreíra
siempre, aunque le caiga mal.

Pero estos defectos no son una
novedad. Cuando en el recordado
y excelente diario "La época",
entrevistaron a la actriz Marcela
Osorio, en su aún mejor
suplemento dominical, y le
preguntaron precisamente
por nuestros peores defectos
que nos identifican, la bella e
inteligente protagonista de
"Ardiente paciencia", después
de una estadía de diez años
en Italia, no dudó un instante
en contestar directamente:
"la hipocresía".

Personalmente, considero un
tercer defecto como muy
negativo, me refiero al
nacionalismo.
En vez de estar despreciando
a nuestros vecinos, a los
pueblos hermanos de
Argentina, Bolivia y Perú,
deberíamos integrarnos con
ellos, para lograr el progreso
de nuestra región, para
elevar el nivel de vida de todos.

¡Regalémosle un puerto soberano
en el Pacífico al hermano pueblo
boliviano, de una vez por todas!

Si así lo hiciéramos, no sólo
seríamos un ejemplo de paz
y civilidad para todo el mundo,
sino que a la vez, crearíamos
un gran polo de desarrollo
económico en el norte de Chile,
que nos beneficiaría de tal
manera, que compensaría
con creces, la disminución
en un pocos kilómetros cuadrados
de nuestro territorio, ( propongo
que sean 96 km2).

Este enclave, situado en la costa
de Antofagasta, entre Mejillones
y Tocopilla, no toca el antiguo
territorio del Perú, que no podría
oponerse, como en 1977.

Además, no cortaría el territorio
ya que sólo correspondería a
un pequeño punto en la costa,
donde hoy existe solamente
roquerios, arena y algunos
pájaros, nada más. Pero,
para Bolivia, sería el fin de
su mediterraneidad. Su
bandera flamearía con
las brisas del oceáno
Pacífico, justificando
su nombre.

Nótese que no propongo devolver
nada, sino "regalar". Del pueblo
chileno al pueblo boliviano.
Y hasta me gustaría un nombre
para ese puerto, donde podría
venir a bañarse el presidente
Chávez, debería llamarse,
con toda justicia, Puerto
Bolívar.

Como profesor de Historia de
Chile, discípulo del recordado
Jaime Eyzaguirre, que me obsequió
uno de sus trabajos sobre
nuestras fronteras, sería feliz
el día en que hiciéramos ese
regalo al hermano pueblo
boliviano.

Después de eso, es muy
probable que por mucho tiempo,
no tendríamos ningún problema
con la energía necesaria para
nuestras industrias.

Como dice Liberty Valance,
"perdone lo poco".

miércoles, septiembre 07, 2005

Días difíciles

Cada día trae consigo múltiples posibilidades. Por una parte, están
los aspectos imponderables, que pueden resumirse como la circunstancia,
recordando a Ortega. Por otra, estamos nosotros, que podemos darle
a cada día un colorido distinto, si así lo decidimos.

¿Cuál es el origen de un día luminoso, aunque llueva en invierno?.
(No me referiré al triste episodio de oscurecer un hermoso día primaveral).
¿Qué pensamientos resultan triunfadores entre la pena y la alegría?
Los franceses tienen una expresión que podría explicarlo: "la joie de vivre".

Sí. La alegría de vivir, la sensación muy clara del privilegio de estar vivo.
Agreguemos a ello una pequeña dosis de salud, física y mental... y ya está.
Ante nosotros, ante nuestra mirada se abre el mundo, la belleza, el cosmos.

Las más pequeñas cosas pueden admirarnos, una fuente de agua, una nube,
un gran árbol, un perrito que mueve alegremente su cola, una mirada fugaz,
nuestras manos que envejecen, las imágenes de un nuevo libro de arte.

Los problemas del día serán desafíos a nuestra creatividad para resolverlos.
La comida nos sorprenderá gratamente con los sabores preferidos.
Y sentiremos que hemos hecho del día una fuente de luz para todos.