viernes, octubre 15, 2010

Sin tristeza no hay alegría


Dice Khalil Gibran en su gran libro “El Profeta”: “Mirad en el fondo de vuestro corazón cuando estéis contentos: comprobaréis que sólo lo que os produjo tristeza os devuelve alegría;
Y mirad de nuevo en vuestro corazón cuándo estéis tristes: comprobaréis que estáis llorando por lo que fue vuestro deleite.”

Aquello que añorábamos, que necesitábamos, que esperábamos, al punto de sufrir por ello, es lo que nos produce esa alegría, ese gozo, esa sensación de que el mundo es nuestro, que lo podemos todo y que desbordamos dicha por todos los poros…

Y cuando la pena y el dolor tocan nuestra puerta, sin haberlas invitado, sin esperarlas siquiera, echando abajo lo que habíamos construido, lo que pensábamos que ya era nuestro, dejando en evidencia todos los puntos débiles de nuestra vida, cuando no sabemos dónde escapar ni cómo soportar ese aguijón que se instala dentro de nosotros y nos corroe por dentro, nos quejamos, no queremos pasar por ese dolor… pero en la misma medida que duele, es la medida de lo importante y vital que era para nosotros esa dicha y paz que habíamos tenido y que quizá no habíamos apreciado en su justa medida…

Nadie nos enseñó que la vida es ASÍ, que es una medalla, por un lado la alegría, por el otro, la tristeza; por un lado la vida, por el otro, la muerte. Y que no puede ser de otro modo, no funcionaría. No podríamos estar en una constante primavera todo el año. Ni siquiera sabríamos qué es una primavera, porque no conoceríamos ni imaginaríamos un otoño o un invierno.

Puede que la dicha nos toque y no la reconozcamos. Ah, pero el dolor sí que lo notamos!

El es el único capaz de enseñarnos a reconocer y valorar nuestra próxima dicha que tengamos.

Y también el es que nos indica la medida de nuestros sentimientos: en la misma copa que llenamos con dolor, en un futuro la llenaremos con alegría.

“Mientras más profundo cave el pesar en vuestro corazón, más espacio habrá para vuestra alegría”.

No hay comentarios.: