miércoles, noviembre 30, 2005

Algunos son más iguales

A veces nos quejamos, en un coloquio con nosotros
mismos, considerando que estamos solos, aunque lo
más probable es que solamente nos sentimos solos.

Sin embargo, al encontrarnos de sopetón, con diversas
personas, quizás en el transcurso de un mismo día, no
aprovechamos la infinita variedad del género humano y,
con increíble estulticia, rechazamos a los demás.

¿Por qué haríamos algo tan descabellado?

Hay dos razones que quizás puede ser sólo una.
Queremos tratar con clones, no con personas.

Manifestándonos perfectamente fascistas,
dejando de lado, no sólo toda democracia,
sino hasta la cordialidad, el "savoir vivre",
y cuanto pudiéramos haber aprendido sobre los
derechos humanos, rechazamos a los demás.

Y aquí distingo las dos razones a que aludí.
A unos los rechazamos porque los consideramos
inferiores a nuestras expectativas y a otros,
porque superan nuestras expectativas.

Los unos, no tienen el nivel cultural suficiente,
los otros, nos apabullan con su sapiencia y nos
sentimos sobrepasados, disminuidos ante quien
nos abruma con su sabiduría.

¿Qué nos está pasando?. ¿Solamente podemos estar
entre iguales?. ¿Acaso existe la igualdad?.

Todos somos iguales,
pero algunos son más iguales!.


¿Cómo lograr la sabiduría suficiente para reconocer
en cualquier ser humano a un semejante, a un hermano?.

No podemos aislarnos, debemos evitar la antropofobia,
ver en el Otro a un semejante sometido a todos nuestros
propios pesares y angustias.

Ni superiores, ni inferiores. Diferentes, sí. Diversos.
Todos somos distintos, tenemos "distinción".
Lo que nos da esa categoría de "distinguidos",
es nuestra propia humanidad. Nuestra unicidad.

Nadie es igual a nosotros. Los clones no existen.
Cada uno tiene su palabra y tiene derecho a expresarla.
Alguien dijo, alguna vez: "escuchar es amar".
Creo que también que hablar a otro es también amar.

Entonces, en el diálogo está el punto de encuentro.
Sobre el diálogo fructífero, enriquecedor, tenemos la
palabra escrita de un sabio, el físico David Bohm.

El sostiene en su breve libro, que al diálogo debemos
llegar libre de creencias, ajenos a todo rechazo o prejuicio.
En el simple encuentro entre humanos de buena voluntad
crece lo mejor de nuestra Humanidad.

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